Kay Sharp

Su rostro, hermoso incluso muerto, miraba con los ojos abiertos al cielo azul. Su cabello, castaño y sedoso, se agitaba alrededor de su cabeza, resaltando la palidez de su piel. Sus labios ligeramente entreabiertos, como si aún respirara, como si susurrara su despedida. En un caluroso día de verano