Aunque Conan Doyle ya había creado el personaje de Sherlock Holmes en una novela publicada en 1887 y lo retoma en otra de 1890, el gran éxito le llega cuando decide abandonar el formato de novela y escribir una serie de relatos cortos que se centren en este peculiar detective, donde cada relato dé cuenta de un caso investigado. Estas doce primeras aventuras o casos detectivescos, que fue publicando mensualmente, fueron agrupadas en 1892 en forma de libro bajo el título Las aventuras de Sherlock Holmes, y a partir de aquí comenzó la fama mundial de Conan Doyle. Más que en la trama, el éxito de estos relatos radicaba en la extraordinaria capacidad deductiva de Sherlock Holmes, quien, ayudado por su fiel amigo y cronista el doctor Watson, resolvía cuantos problemas se le presentaran. Héroe infalible, individualista y seguro de sí mismo, que respondía al espíritu triunfalista del imperio británico de la época.