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Un extranjero llamado Picasso

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Con motivo del cincuentenario de la muerte de Picasso, la prestigiosa biógrafa Annie Cohen-Solal nos presenta una biografía del artista con materiales inéditos en la que nos revela su condición de extranjero en Francia.

Antes de que Picasso se convirtiera en Picasso, el icónico artista que es hoy una de las figuras más destacadas del mundo, la policía lo tenía bajo constante escrutinio. En medio de las tensiones políticas de la primavera de 1901, los servicios de seguridad le señalaron como anarquista. Esta se convertiría en la primera de las muchas entradas que llegarían a formar un extenso expediente policial.

Aunque no tardó en convertirse en el líder de la vanguardia cubista ni en lograr grandes retribuciones por sus obras a medida que su reputación crecía en todo el mundo, el arte de Picasso quedó excluido en gran medida de las colecciones públicas en Francia durante unas cuatro décadas. Al genio que concibió el Guernica como una declaración visceral contra el fascismo en 1937 se le negó la ciudadanía francesa incluso tres años después, en vísperas de la ocupación nazi. En un país en el que la policía y la conservadora Academia de Bellas Artes representaban dos de los principales pilares de la oligarquía de la época, Picasso se enfrentó a un triple estigma: el de extranjero, ideólogo radical y artista de vanguardia. Un extranjero llamado Picasso aborda la carrera y la obra del artista desde un ángulo completamente nuevo, basado en unas extensas fuentes de archivo que, a pesar de ser fascinantes, se han desoído durante demasiado tiempo.

En esta innovadora narración, Picasso emerge como un artista adelantado a su tiempo tanto estética como políticamente, un artista que ignoró las costumbres nacionales en favor de las formas cosmopolitas contemporáneas. Eligió el sur antes que al norte, las provincias a la capital y los artesanos a los académicos, al tiempo que alcanzaba una gran fama.

Cohen-Solal revela cómo, en un periodo que abarcó la brutalidad de la primera guerra mundial, la ocupación nazi y las rivalidades de la guerra fría, Picasso tuvo que convertirse en estratega y luchar para preservar su agencia, hasta que finalmente abandonó París para siempre en 1955. El artista nunca llegó a ser ciudadano francés, pero enriqueció y dinamizó su cultura como pocas otras figuras en la historia del país. Este libro explica por primera vez cómo lo hizo.