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Recursos humanos

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Todas las esperanzas de Gabriel Lynch se encontraban depositadas en un ascenso a la gerencia que le fue negado. Peor aún: su falta de talento y su mala fortuna ni siquiera le permitieron estar dentro de la terna de candidatos. Y Constantino, prototipo del niño mimado y con «palancas», no solo le ganó el puesto sino también los favores de la colega con la que salía. Esa fue la ofensa final.

Gabriel se niega a seguir siendo un espectador del éxito ajeno y decide hacer pagar a su superior las afrentas e injusticias de las que se siente víctima. Pues, si bien carece de poder, «le sobra el odio».

Divertida, dura e implacable sátira, en Recursos humanos la ambición, los golpes bajos, los desquites, los privilegios de clase, el sexo y las disputas más mezquinas sirven para entender el chismoso mundo de las oficinas como todo un microcosmos de las pasiones humanas.