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Nos teníamos demasiadas ganas

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Amaia vende helados, le apasiona el futbol y la mecánica, y está convencida del poder curativo de los regalices de fresa.

Unai es bombero, deportista disciplinado, espontaneo y se deja llevar por lo que siente en cada momento.

Pero ambos tienen algo en común, se quisieron y se odiaron, no necesariamente al mismo nivel.

Ahora, una fiesta de antiguos alumnos los vuelve a reencontrar, con la diferencia de que en estos años ambos han sentido como la vida se les resquebrajaba lo suficiente como para no contar el porqué.

Un simple roce de meñiques con lenguaje propio, espontáneos besos en la mejilla, miedos que quizá puedan ser liberados, esa brutal descarga cuando se sienten…

No será fácil, se hicieron daño, pero se tienen demasiadas ganas.

Y es que las ganas se pueden reprimir, acumular, disimular... pero cuando estallan, provocan una explosiva supernova imposible de esquivar.