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España, capital París: ¿Por qué España construye tantas infraestructuras que no se usan?: una respuesta

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Nueva edición actualizada y ampliada del libro que ha puesto en jaque la España radial.

Este es el relato de un viaje, no exento de sorpresas, por los tres últimos siglos de la historia de España. Germà Bel se remonta para ello a 1561, año en el que Madrid es designada sede permanente de la Corte de los Austrias. Pero el recorrido se inicia propiamente a principios del siglo XVIII, cuando, tras la guerra de Sucesión, Madrid deviene capital política y Felipe V fija en su centro el kilómetro cero de las comunicaciones españolas.

La apoteosis del nuevo Estado radial llegará en las últimas décadas con la consagración de la capitalidad económica de Madrid, convertida finalmente y con carácter irreversible en «capital total». Esto es, en el París de España, el mismo que soñaron desde nuestros primeros monarcas borbónicos hasta ilustres reformadores de la España contemporánea.

Dos son los factores que han sido cruciales en este proceso: la capitalidad político-administrativa de Madrid y el sistema radial de transportes y comunicaciones, desde las carreras de postas definidas por Felipe V hasta el AVE y el avión.

Un conjunto de actuaciones que ha obedecido a objetivos administrativos y políticos mucho más que a las dinámicas económicas, siguiendo un patrón histórico regular y continuado desde el siglo XVIII. Lo que permite entender por qué las políticas de infraestructuras en la España actual son tan singulares y diferentes a las de los países de nuestro entorno, y por qué suscitan un consenso tan amplio, tal vez el único en el que convergen sin fisuras gobierno y oposición. Lo que lleva a Germà Bel a concluir que «tras más de una década de política de infraestructuras irreflexiva, parar y pensar puede ser una gran idea».

«Ameno y brillante. Salvando las distancias, me recuerda el éxito editorial que tuvo el informe del Banco Mundial de 1962 sobre la economía española, también un verdadero best seller económico.» ANTÓN COSTAS, El País

«Un ensayo de imprescindible lectura.» ENRIC JULIANA, La Vanguardia