Tudor

Pippa de Lacey, huérfana y luchadora, se ganaba la vida en las calles de Londres gracias a su ingenio y a su talento como comediante. Metida en un buen lío por culpa de su afilada lengua, hubo de encomendarse a la clemencia del caudillo irlandés Aidan O Donoghue. Éste vio en Pippa un entretenimiento